Fue un reportero arriesgado que se jugó la vida en varias ocasiones, y por ello, tras la guerra dejó el periodismo dedicándose a la fotografía publicitaria.
Nació el 13 de abril 1915 y empezó su carrera profesional como ayudante de botica y electricista, pero a los 16 años entró en el conocido estudio del fotógrafo Mariano Moreno, que se dedicaba a documentar las obras de artes de los museos más importantes de España.
Unas series de fotografías sobre maniobras militares en Hoyo de Manzanares en 1935, así como la serie que dedicó a las capeas en Illana, Toledo, le valieron ser contratado por la Associated Press, agencia para la que trabajó en exclusiva.
Sus trabajos aparecieron publicados en el ABC de Madrid (en su periodo pro-republicano) y los diarios Ahora y La Voz.

Juan creó su propia agencia al finalizar la guerra, Foto Pando, con la que distribuyó material fotográfico de todos los frentes durante la Segunda Guerra Mundial
El Archivo Pando cuenta con más de 125.000 negativos y diapositivas y se trata de un referente fundamental para la documentación de la España de la Dictadura y la Transición. Cabe destacar su calidad técnica y artística lo que le sitúan entre los mejores de la fotografía española del siglo XX.
Actualmente, su legado fotográfico se conserva en el Instituto del Patrimonio Cultural de España en el archivo Pando, contribuyendo gráficamente en los periodos de España entre 1936 y 1993, y de Marruecos entre 1949 y 1977.
Pando no publicó ningún libro y sólo organizó una exposición: «Fotografía, Luz y Vida», en 1968.
Con estas palabras escritas por su hijo Juan Pando Despierto nos despedimos de este gran artista de la fotografía:
"Sus originales sobre la retirada de las familias campesinas desde Talavera de la Reina; la lucha en la sierra de Guadarrama -donde desapareciera, en acción de guerra, su hermano José Luis, suboficial de la Brigada Topográfica-, así como el seguimiento que hizo, siempre ecuánime, nunca dogmático o morboso, del asedio de Madrid, son de lo mejor del género fotoperiodístico de entonces. Su imagen de una veintena de niños, a los que arenga un joven líder de 12-13 años, para que todos perseverasen en la construcción de fortificaciones en un solar colindante con el cine Colisevm, en vísperas de la capitulación de la capital (febrero de 1939) es pasmoso cuadro de espontaneidad y grandeza yuxtapuestas. Aquellas “Últimas tropas de la República” no jugaban a la guerra ni pretendían ser militares. Pero se consideraban “hombres” y por eso cavaron trincheras, como refuerzo de la idea de resistencia, que veían en sus padres y vecinos, reiterada en carteles y emisiones radiofónicas."

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